sábado, 25 de septiembre de 2010

CARLOS GONZÁLEZ GARCÍA

El lugar del zapatismo hoy
No son pocas las voces que, desde una “izquierda” más que falaz y aficionada a las limosnas que, en forma de prebendas, le avientan los poderosos de este país, en tono de burla o de plano molestas se preguntan en torno al silencio de los zapatistas y sus aliados, incluidos los pueblos indígenas, justo en el momento en que la oligarquía neoliberal pretende concluir la privatización del sector energético nacional, privatización que lleva, por lo menos, 19 años caminando.

Se trata de esa “izquierda” acomodaticia que en la mayor parte de esos 19 años no acometió acción alguna, legal o extralegal, encaminada a detener tal privatización silenciosa y a frenar la reclasificación de la petroquímica básica, la reestructuración neoliberal de Pemex, los contratos de servicios múltiples, el esquema Pidiregas, la inconstitucional y rapaz extracción de gas natural por parte de consorcios privados mayoritariamente trasnacionales y la no menos ilegal generación de energía eléctrica en empresas privadas.

Lo anterior a pesar de que las burocracias de esa “izquierda” han ocupado espacios importantes en las cámaras legislativas y encabezan los ejecutivos locales en varios de los estados del país. Aún más, muchos de estos personajes alimentaron su crecimiento y sus clientelas políticas apoyándose en los recursos que ilegal e inmoralmente el Ejecutivo Federal ha exprimido a Pemex, pues, desde el año de 1996 hasta el día de hoy los burócratas parlamentarios de “izquierda” han sido cómplices, junto con el PRI y el PAN, en la aprobación de los neoliberales presupuestos públicos anuales.

Actualmente el EZLN y los pueblos indígenas de México combaten las brutales políticas económicas que, al igual que ocurre con el petróleo, pretenden su destrucción a través de extensivos e intensivos procesos de despojo, explotación y represión capitalista nunca antes vistos. En buena medida la ofensiva neoliberal en contra de los pueblos indígenas de México se apoya en reformas constitucionales y leyes que, como la realizada en materia indígena y las de Aguas Nacionales, de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, de Minería y del Conocimiento Tradicional, fueron votadas por el Congreso de la Unión con la aprobación complaciente y unánime de los partidos autodenominados de izquierda.

La feroz ofensiva militar y paramilitar en contra del EZLN, recrudecida en los últimos tres años; las recientes acciones de despojo y represión desatadas en contra de las bases de apoyo zapatistas, tanto en Los Altos, como en la selva y las cañadas de Chiapas; el silencio cómplice de la “izquierda” legal y la participación activa del gobierno perredista de Chiapas en la guerra de exterminio en contra de los pueblos zapatistas, a la vez que integran un solo y dramático cuadro de la guerra contrainsurgente, explican, desde nuestro punto de vista, el silencio zapatista.

El bestial golpe que el movimiento revolucionario y la Otra Campaña sufrieron en mayo del 2006 en Atenco; la cruenta batalla que los pueblos indígenas libran por su pervivencia; la represión agudizada por el régimen militarista de Calderón, explican la supuesta inmovilidad de los aliados más firmes del zapatismo.

A diferencia de la “izquierda” que hoy apoya su ofensiva contra el gobierno neoliberal de Felipe Calderón en los recursos que el Estado le proporciona, en forma de dietas, supersueldos y prebendas electorales que contrastan dolorosamente con la pobreza de la población, el EZLN y sus aliados han fijado con precisión el carácter anticapitalista de su lucha y, con todas las limitaciones que puedan tener, buscan no sólo frenar la privatización del petróleo, sino desmantelar el Estado neoliberal y construir una sociedad verdaderamente justa, democrática y libre.

Los amplios sectores populares, sobre todo urbanos, aglutinados en el Frente Nacional en Defensa del Petróleo, incluidos muchos de sus dirigentes, han dado una lucha importante en defensa del petróleo y, por supuesto, no pertenecen a la rapaz burocracia partidista y parlamentaria que ha sido capaz de acabar con un partido –el PRD. Luego entonces, la unidad del pueblo en torno a un programa antineoliberal y autónomo del poder es más que posible, sin embargo, para ello es indispensable romper con los hilos que nos atan al poder.

jueves, 23 de septiembre de 2010

ENTREVISTA A SUBCOMANDANTE MARCOS

whipala

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CINCO SIGLOS IGUAL

MOVIMIENTO INDIGENISTA EN BOLIVIA.

Bolivia tiene la mayor cantidad de población indígena de América Latina, esta población en su mayoría es considerada pobre, marginada y discriminada por una mayoría blanca y mestiza que concentra el poder político y económico. Además, distinto a la situación que se viven en otros países, la mayoría de la población se reconoce como parte de una etnia distinta de la occidental predominante.
Solo con la elección de Evo Morales, el sistema político se hizo un sistema incluyente y donde la población indígena tiene participación en el Congreso. Bolivia actualmente esta viviendo uno de los cambios más profundos donde no existe una única “nación” boliviana en sentido político.
El reconocimiento de la identidad indígena comienza a cambiar desde 1990 como consecuencia de las reformas constitucionales y por el establecimientos de nuevas condiciones generadas a nivel internacional, con la elaboración del Convenio 169 que reemplaza al convenio 107 y sobre el cual la mayoría de los países legislaron en materias indígenas.
El movimiento indígena boliviano tiene dos corrientes que en muchos casos se enfrentan, uno de ellos es el katarismo aymara del Altiplano y el movimiento quechua de los productores de coca de Chapare.
El katarismo es uno de los movimientos indígenas más antiguos, está presente desde la década de los setenta su programa incluye la reconquista de la tierra, la revolución agraria, la industrialización del país, la lucha contra la corrupción y la defensa del cultivo de hojas de coca. Además la reconstitución de de los valores ancentrales “ama sua, ama llulla, ama q’ella” (no seas ladron, no seas mentiroso y no seas flojo) y del antiguo Collasuyo en el cual no habrá “hambre ni miseria”.
En cuanto al movimiento quechua de los productores de coca encabezados por Evo Morales, funda su propio partido en 1987 el MAS (Movimiento al Socialismo), su discurso se basa en la defensa de la hoja de coca y la oposición a la erradicación de los cultivos. No exigen cambios en el modelo político sólo exigían el cumplimiento de los compromisos y la mejora en las condiciones de vida.
El movimiento indígena boliviano a diferencia de otros movimientos indígenas se caracterizan por su capacidad de movilización en acción directa, para ejercer presión al gobierno se han utilizado marchas, huelgas de hambre, paros y bloqueos de caminos.
Desde 1990 han tenido lugar distintas movilizaciones una de ellas es la “Marcha por el territorio y la Dignidad”, la “Guerra del Agua” y la “Guerra del Gas”. El primero de estos movimientos reunió a distintas organizaciones en un solo movimiento social. Se encontraban adheridos al movimiento las etnias de la selva, los cocaleros, los aymaras y los quechuas. La intención era mostrar resistencia frente a las políticas económicas y discriminatorias del Estado boliviano.
El movimiento alcanzaba popularidad a medida que avanzaba y se unían distintos pueblos indígenas para luchar contra el colonialismo aspirando a convertirlo en la era del nuevo Pachacuti, o sea, el retorno de los tiempos gloriosos que cambiaría la suerte de los “hijos del sol”
El otro movimiento importante es la “Guerra del Agua” fue uno de los mayores levantamientos indígenas comienza en abril de 2000 como respuesta al intento del Estado de privatizar el agua, los pueblos indígenas se articularon en la Coordinadora Departamental por la Defensa del agua. El alza del precio del agua potable provocó la protesta de los cochabambinos que hicieron barricadas, incendiaron edificios de los poderes locales, sustituyendo incluso a la policía. Las carreteras fueron bloqueadas por los aymaras en Cochabamba, con Felipe Quispe a la cabeza y por los cocaleros liderados por Evo Morales. El gobierno de la época dictó el estado de sitio en el país y recurrió a la intervención militar que llevó a la muerte a tres personas, dos campesinos y un militar.
La “Guerra del Agua” tuvo una segunda etapa que incluyó de parte del gobierno un nuevo intento por privatizar las vertientes y los ríos administrados por los indígenas. El movimiento indígena retomó el bloqueo de caminos que duró casi un mes. Esta movilización fue masiva y destacó sobre todo la participación de los aymaras. La lucha tomó más fuerza y amenazaron a las autoridades del país con sacar al Presidente de la República y a los parlamentarios para recuperar lo que les corresponde. En La Paz hubo desabastecimiento de productos alimenticios por lo tanto el gobierno se vio obligado a negociar.
El cuarto enfrentamiento entre los indígenas y el gobierno fue el de 2003 conocido también como al “Guerra del Gas”, que se produce para exigir la estatización de los hidrocarburos y la industrialización del gas boliviano. Este movimiento abarcó cinco departamentos: La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca. A pesar de la alta representatividad que obtuvieron los indígenas en las elecciones de 2002, la coalición de partidos tradicionales como el MNR y el MIR aprobaba leyes desfavorables para el sector popular. Entre las leyes que se promulgaron para debilitar el movimiento indígena esta la “Ley de Seguridad Ciudadana” que sancionaba el bloqueo de caminos
El movimiento indígena en Bolivia ha traído a la discusión temas que habían permanecido en la inercia, como el de la “nación” boliviana que no es entendida para todos igual. La elite criolla que enmarcada en las “estructuras tradicionales” en las cuales se marginaba a la mayoría indígena, y en la cual se trataban de establecer como una nación homogénea étnica y culturalmente, frente a la otra visión que esta por la incorporación de todos los pueblos como etnias diferentes que conforman un país en el cual, si bien, cada uno es boliviano se reconoce su pertenencia a un grupo étnico en particular, es decir, un camino hacia una nación “pluricultural”.