CARLOS GONZÁLEZ GARCÍA
El lugar del zapatismo hoy
No son pocas las voces que, desde una “izquierda” más que falaz y aficionada a las limosnas que, en forma de prebendas, le avientan los poderosos de este país, en tono de burla o de plano molestas se preguntan en torno al silencio de los zapatistas y sus aliados, incluidos los pueblos indígenas, justo en el momento en que la oligarquía neoliberal pretende concluir la privatización del sector energético nacional, privatización que lleva, por lo menos, 19 años caminando.
Se trata de esa “izquierda” acomodaticia que en la mayor parte de esos 19 años no acometió acción alguna, legal o extralegal, encaminada a detener tal privatización silenciosa y a frenar la reclasificación de la petroquímica básica, la reestructuración neoliberal de Pemex, los contratos de servicios múltiples, el esquema Pidiregas, la inconstitucional y rapaz extracción de gas natural por parte de consorcios privados mayoritariamente trasnacionales y la no menos ilegal generación de energía eléctrica en empresas privadas.
Lo anterior a pesar de que las burocracias de esa “izquierda” han ocupado espacios importantes en las cámaras legislativas y encabezan los ejecutivos locales en varios de los estados del país. Aún más, muchos de estos personajes alimentaron su crecimiento y sus clientelas políticas apoyándose en los recursos que ilegal e inmoralmente el Ejecutivo Federal ha exprimido a Pemex, pues, desde el año de 1996 hasta el día de hoy los burócratas parlamentarios de “izquierda” han sido cómplices, junto con el PRI y el PAN, en la aprobación de los neoliberales presupuestos públicos anuales.
Actualmente el EZLN y los pueblos indígenas de México combaten las brutales políticas económicas que, al igual que ocurre con el petróleo, pretenden su destrucción a través de extensivos e intensivos procesos de despojo, explotación y represión capitalista nunca antes vistos. En buena medida la ofensiva neoliberal en contra de los pueblos indígenas de México se apoya en reformas constitucionales y leyes que, como la realizada en materia indígena y las de Aguas Nacionales, de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, de Minería y del Conocimiento Tradicional, fueron votadas por el Congreso de la Unión con la aprobación complaciente y unánime de los partidos autodenominados de izquierda.
La feroz ofensiva militar y paramilitar en contra del EZLN, recrudecida en los últimos tres años; las recientes acciones de despojo y represión desatadas en contra de las bases de apoyo zapatistas, tanto en Los Altos, como en la selva y las cañadas de Chiapas; el silencio cómplice de la “izquierda” legal y la participación activa del gobierno perredista de Chiapas en la guerra de exterminio en contra de los pueblos zapatistas, a la vez que integran un solo y dramático cuadro de la guerra contrainsurgente, explican, desde nuestro punto de vista, el silencio zapatista.
El bestial golpe que el movimiento revolucionario y la Otra Campaña sufrieron en mayo del 2006 en Atenco; la cruenta batalla que los pueblos indígenas libran por su pervivencia; la represión agudizada por el régimen militarista de Calderón, explican la supuesta inmovilidad de los aliados más firmes del zapatismo.
A diferencia de la “izquierda” que hoy apoya su ofensiva contra el gobierno neoliberal de Felipe Calderón en los recursos que el Estado le proporciona, en forma de dietas, supersueldos y prebendas electorales que contrastan dolorosamente con la pobreza de la población, el EZLN y sus aliados han fijado con precisión el carácter anticapitalista de su lucha y, con todas las limitaciones que puedan tener, buscan no sólo frenar la privatización del petróleo, sino desmantelar el Estado neoliberal y construir una sociedad verdaderamente justa, democrática y libre.
Los amplios sectores populares, sobre todo urbanos, aglutinados en el Frente Nacional en Defensa del Petróleo, incluidos muchos de sus dirigentes, han dado una lucha importante en defensa del petróleo y, por supuesto, no pertenecen a la rapaz burocracia partidista y parlamentaria que ha sido capaz de acabar con un partido –el PRD. Luego entonces, la unidad del pueblo en torno a un programa antineoliberal y autónomo del poder es más que posible, sin embargo, para ello es indispensable romper con los hilos que nos atan al poder.
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